jueves, 19 de octubre de 2006

La Gacetilla

El retorno del Gorras a la Presidencia de la República Serenísima de la Gran Medusa resultó más fácil y menos traumático de lo que se llegó a temer. El anterior Presidente, Zepporro Máximo, que aplicó a rajatabla durante su mandato las directrices que barruntó en su discurso de investidura (Voy a establecer las bases para el surgimiento de una nueva República de atmósfera irrespirable basada en la intolerancia y en la uniformidad de pensamiento y sentimiento. La nueva República es futuro y es verdad. La nueva República es yo y sólo yo), al adivinar el retorno del Gorras tras una temporada en su exilio dorado sin ascensor, llegó a la conclusión de que su tiempo había pasado, dio un paso atrás y se retiró a sus cuarteles para dedicarse por entero al estudio de los viejos arcanos marmitenses sobre la Gran Medusa como símbolo del sinsentido y de la autoconmiseración elegante siempre desde un punto de vista estético y artístico y a preparar un libro donde desarrollar su vieja teoría que afirma que las palabras que empiezan por des (desencanto, desesperanza, desasosiego, despecho, desesperación, desprecio, desencuentro, desolación, desdicha, despedida, desazón, desprepuciamiento...) son las más hermosas en lengua castellana.

La ceremonia de la toma de posesión del nuevo Presidente se llevó a cabo en la Avenida de Sam Malone, junto a la Gran Vía Maribel Bravo y el Bulevar Rosita de España ¿qué te está pasando? Dicha ceremonia puede ser calificada como sobria, aunque repleta de símbolos y matices. Trescientas bandas de música acompañaron el acto, siendo especialmente trascendente el momento en que sonó el himno oficial de la República Serenísima de la Gran Medusa (I never can say goodbye) mientras se izaba su bandera (un trapo gris sobre fondo naranja y rojiblanco) en cuyo centro brillaba con dignidad y soberbia el escudo oficial (el Loro Primigenio).

Tras el himno y la izada de bandera, y después de haber pasado revista a las cheer leaders de los Lakers, vino el acto de proclamación propiamente dicho. Bajo la supervisión del cuerpo diplomático, a saber, la Torrija como embajador en el Reino dels Forelluts (la Torrija siempre cerca de la realeza) y Maroto como embajador en el resto del mundo pavoneándose del dudoso prurito de ser el diplomático que más conflictos internacionales genera por minuto, el Gorras juró, prometió, hizo votos, promesas, genuflexiones, reverencias y flexiones, pero cuando se vio con la banda puesta y el cetro en la mano se giró con los ojos inyectados y proclamó a los cuatro vientos que de allí ya no le movía ni Dios y comenzó a recalificar terrenos.

Tras la toma de posesión vino el discurso de investidura, donde el Gorras volvió a realizar su ya clásico canto a la molicie, no como madre de todos los vicios, sino como madre de todo. El momento más inesperado y sorprendente se produjo cuando el nuevo Presidente anunció el nombramiento de Zepporro Máximo, en honor a su antiguo cargo y en agradecimiento a los servicios prestados, como Alto Comisionado para la luna que se quiebra sobre la tiniebla de mi soledad. El Zepporro, atribulado y aturdido, se emocionó.

Como colofón y antes de proceder a la recepción oficial y al aperitivo de honor a base de bravas y caracoles, los platos nacionales, el Gorras, como manda la tradición, procedió a realizar un strip-tease parcial de su lado izquierdo bajo los acordes de "Eres alta y delgada como tu madre". Después se lanzaron vivas y parabienes y todos felices y contentos concluyeron que aquí paz y, después, gloria. Gaynor.

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